Estar preparados en caso de una emergencia puede ser la diferencia entre vivir y morir. Aunque parezca mentira, mucha gente tarda en reaccionar para salvar su vida en situaciones de grave peligro, pero lo más preocupante hoy en día, es que al presentarse un caso de emergencia la mayoría pierde el sentido común, ¿qué pasa con nuestro buen juicio? ¿dónde está el instinto de supervivencia?
Durante el terremoto de 2011 en Japón, que tuvo una magnitud de 9.2, las cámaras de seguridad de un supermercado captaron a la gente preocupada más por evitar que unas botellas de licor se cayeran que ¡en ponerse a salvo! Y cuando, en 2017, un avión aterrizó de emergencia en el Aeropuerto de Denver con uno de los motores en llamas, los pasajeros, lejos de evacuar de inmediato, se quedaron ahí para mirar el incendio y tomar fotografías.
En el caso del terremoto del 21 de agosto de 2018 en Venezuela, que tuvo una magnitud de 7.3, hubo gente que solo estaba pendiente de grabar como se movían y caían los objetos de sus viviendas, para subirlo a redes sociales, en vez de salvar su vida ¡en pleno terremoto! Por suerte, no hubo muertes.
¿Qué conductas debes evitar en situaciones de peligro?
¿Qué ocurre con el instinto de supervivencia? Según John Leach, psicólogo especialista en supervivencia de la Universidad de Portsmouth, Iglaterra “Los cursos de supervivencia van más allá de una serie de pasos a seguir. La gente también aprende a inhibir ciertas respuestas automáticas”.
Leach estima que entre 80 y 90 por ciento de las personas responden mal en momentos críticos. Por eso, aquí te dejamos lo que debes evitar hacer en casos de emergencia:
#1. Paralizarse
Una respuesta típica frente al peligro es, simplemente, no hacer nada.
Durante los ataques en el puente de Londres del año pasado, el policía fuera de servicio que neutralizó a los terroristas -que atacaron con armas blancas- dijo que los transeúntes y testigos se quedaron “como perros frente a un auto”. Esta reacción es tan universal, que los psicólogos la han llamado: “respuesta de agresión, huida o parálisis”.
En nuestro cuerpo inundan diferentes sustancias neuroquímicas y los músculos se tensan, la parte más primitiva del cerebro -ubicada en la base del cráneo– envía señales para que no nos movamos de nuestro lugar. Todos los animales, desde las ratas hasta los conejos, poseen este mecanismo, es un último intento por evadir a los depredadores. Pero, en en casos de emergencia o desastre, no es lo más recomendable.
#2. La inhabilidad para pensar
Durante la Guerra del Golfo, Israel pensó que Irak lanzaría un ataque químico, así que el gobierno decidió preparar a la población. Comenzaron a distribuir máscaras y antídotos contra el gas neurotóxico, la idea era que las personas al escuchar la alarma, debía refugiarse en una habitación hermética y ponerse la máscara. Entre el 18 de enero y 28 de febrero de 1991, el enemigo lanzó 39 misiles y aunque no se utilizaron armas químicas ¡hubo más de 1.000 heridos! Pero, según los registros hospitalarios, solo el 22% fueron víctimas de las armas. La gran mayoría -más de 800 personas-, sufrió percances debido al temor infundido por las alarmas, es decir, 7 murieron porque se pusieron la máscara, pero olvidaron abrir el filtro; 230 se inyectaron el antídoto aún sin haberse expuesto al gas; y 40 lesiones (en su mayoría esguinces y fracturas) se produjeron mientras la gente corría a los refugios.
¿Que pasó?
Nuestro cerebro es desconcertantemente lento y los desastres ocurren en un santiamén. Según Sarita Robinson, psicóloga de la Universidad del Centro de Lancashire, en Inglaterra “El cerebro tiene una capacidad muy limitada para procesar información nueva”. En un desastre, la velocidad a la que pensamos va de mal en peor. “Cuando nos enfrentamos a situaciones demasiado estresantes, el cuerpo libera muchas hormonas: cortisol, adrenalina, noradrenalina y dopamina”, explica Robinson. Este cóctel altera el funcionamiento de la corteza prefrontal, responsable de las facultades mentales superiores, como la memoria de trabajo.
Justo cuando más necesitamos nuestro buen juicio, se nos olvidan las cosas y estamos más propensos a tomar malas decisiones.
#3. La perseverancia
A veces nos tranquiliza pensar que en una crisis podríamos recurrir a nuestra creatividad para liberarnos de un problema. Pero… adivinen: sucede todo lo contrario.
Una respuesta típica ante el desastre es la llamada “perseverancia”, es decir, intentar resolver un problema por los mismos medios una y otra vez sin importar los resultados. Por ejemplo, en las aeronaves ligeras, el cinturón de seguridad suele abrocharse por encima del hombro, pero, la reacción automática de muchos es buscarlo a nivel de la cintura y entran en pánico al no encontrarlo donde esperaban.
Curiosamente, el fenómeno de la “visión túnel” es muy común entre pacientes con daño permanente en la corteza prefrontal. Lo anterior sugiere que el estrés, dado su efecto negativo sobre el desempeño de esta área cerebral, es el culpable del pensamiento inflexible en momentos de crisis.
#4. La obsesión con las rutinas
Regresar por la billetera o el teléfono en vez de salir corriendo “como alma que lleva el diablo” de una casa envuelta en llamas ¡es una locura! ¿En qué estaba pensado? No obstante, este fenómeno es tan común que los psicólogos de la supervivencia lo han llamado denominaron: “conducta estereotípica”.
“Al salir de casa, uno toma la cartera. Eso ya ni siquiera se piensa; es automático”, explica James Goff, especialista en gestión de desastres y emergencias en la Universidad de Nueva Gales del Sur. Cuando, en 2016, el vuelo 521 de Emirates aterrizó impactándose contra el suelo en el Aeropuerto Internacional de Dubai, la gente se paró desesperada para agarrar su equipaje de mano, según videos de testigos. Afortunadamente, no hubo muerte.
Y, ¿por qué no podemos “apagar” estos reflejos inconscientes? El cerebro confía en lo que le es familiar. En una emergencia, adaptarnos a una nueva situación puede resultar demasiado desafiante para el cerebro. Por eso, tendemos a reaccionar como si no estuviera pasando nada.
#5. La negación
Una reacción extrema es ignorar el peligro por completo.
“Sin duda, más del 50% de la población lo hace; se acercan al mar para contemplar el tsunami”, explica James Goff, quien se dedica a concientizar a la población sobre estas olas gigantescas en áreas de alto riesgo.
Según Sarita Robinson, la negación se debe a dos factores: la gente no capta la gravedad del peligro o, sencillamente, se rehúsa a hacerlo. Esto último es lo más común en casos de incendio forestal. Y es que, para muchos, evacuar el área afectada equivale a dar su casa por perdida. “La gente suele esperar hasta ver el humo, cuando ya es casi imposible evacuar”, afirma Andrew Gissing, experto en gestión de riesgo de emergencias en la consultoría Risk Frontiers.
El cerebro tiende a ignorar los pensamientos estresantes cuando hay mucho que perder. Pero, ¿Qué se hace en un desastre? En opinión de Goff, debemos tener un plan: “Si sabes lo que tienes que hacer y actúas de inmediato, sobrevivirás hasta a un tsunami”, asegura, “Eso sí, del susto nadie te salvará”.
¿Qué conducta o reacción hay que tener en casos de emergencias?
En la tragedia de 1973, del vuelo 440 de Indian Airlines, que iba de Chennai a Nueva Delhi, es un ejemplo de que conducta tener en caso de emergencia.
Durante el descenso de aterrizaje del del vuelo 440 de Indian Airlines -eran las 10:30 p.m.-, la aeronave se impactó con unos cables de alta tensión y se estrelló contra el suelo. George Larson salió disparado de su asiento. Los pasajeros gritaron al ver que el fuselaje ¡se estaba partiendo en dos! Lo siguiente que supo Larson es que estaba tirado entre los escombros. Los tanques de combustible explotaron poco después y fragmentos del avión volaban por doquier. Larson se quitó los restos que tenía encima y rodó hacia el suelo, siguiendo su instinto de supervivencia, se arrastró hacia un lugar seguro antes de que lo alcanzaran las llamas. De los 65 pasajeros y miembros de la tripulación a bordo, tan solo hubo 17 sobrevivientes. Él fue uno de ellos.
John Leach lleva años enseñando estrategias de escape a personal militar, para que puedan salir ilesos de escenarios peligrosos, como: una toma de rehenes o desplomes de helicóptero… Según su experiencia, “Uno debe desarrollar conductas adaptativas de supervivencia que tomen control de la mente en una emergencia”, señala. Por lo general basta con verse en apuros una vez para crear y adoptar tales respuestas.
Para George Larson, sobreviviente del vuelo 440 de Indian Airlines, el mayor peligro no fue el desastre en sí, sino lo que vendría después. Tuvo quemaduras de primer y segundo grado, se fracturó los huesos de la cadera y el brazo, y se lesionó la vejiga. Para asegurarse de que no hubiera lesiones internas, los médicos de la India le hicieron una cirugía exploratoria. Semanas después, la herida seguía sin cicatrizar. Entonces, movido por una corazonada, Larson -que era ortopedista- cortó los puntos y metió unas pinzas en la herida “acto seguido, saqué una gasa enrollada que llevaba ahí 30 días”, recuerda. De no haberlo hecho, su suerte habría sido otra muy distinta.
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